Movilidad laboral: la exaltación de la incompetencia

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     El fin de un trabajo eficiente es aquel que se realiza en el menor espacio de tiempo, la mayor seguridad, con el menor coste y la más alta calidad.

 

  El progreso de la técnica lo evidencia: el mando a distancia de la tele puede ser un ejemplo de eficiencia en ahorro de trabajo, ya que, de no existir, seguiríamos con el engorroso ejercicio de tener que levantarse del sofá una y otra vez para pulsar el botón de la infinidad de canales televisivos.

  La movilidad laboral es la antitesis de la eficiencia, ya que significa la aceptación de que un candidato a un puesto de trabajo deba recorrer distancias cada vez más largas para realizar un trabajo que pueden desempeñar otros candidatos del mismo oficio de las zonas adyacentes. Se da el caso, en progresión, de que una ingente marea de trabajadores del mismo gremio deban desplazarse, de su barrio a otros barrios de su ciudad, o a otras ciudades o pueblos de otras provincias o países, mientras otros realizan los recorridos a la inversa, así, al horario de la jornada laboral, hay que añadirle varias horas de trayecto no remunerado.

  El Ministerio de Trabajo debería recibir los cursos y la formación adecuada, para buscar la eficiencia en la movilidad laboral, como lo está en formar y buscar la eficiencia del trabajador dentro de la empresa. Si el Estado se hiciera cargo: por un lado, de los costes de la gasolina, del desgaste del vehículo, del tiempo invertido en los trayectos, del tiempo expuesto a un accidente de tráfico, de la merma en la conciliación de la vida familiar… Y por otro, cuando la distancia del puesto de trabajo, representa tener que trasladar tu domicilio a otra provincia y dejar a atrás a familia, amigos, ambiente, y los costes y molestias añadidos como compra o alquiler de un nuevo piso, y los costes para amueblarlo, electrodomésticos, aparcamiento para el coche, viajes de fin de semana para ver a la familia, etc. Incapacidad que paga la administración con los costes de la continua ampliación de carreteras, puentes, túneles, autopistas… para dar cobertura a la marabunta automovilística que cada día traga más millas de asfalto y satura las carreteras. Todo esto tiene la misma lógica: como si un pintor, en lugar de acercar el cubo de pintura a mano de la zona donde la aplica, fuera de un extremo al otro de la fachada para mojar la brocha en el cubo.

  También se puede dar el hipotético caso de que tengamos unos trabajadores tan súper cualificados que no se puedan sustituir por otros. Pero viendo sus salarios, eso suena a ciencia ficción. La movilidad laboral es un caso flagrante de incompetencia por parte de la Administración, por no poner a disposición del trabajador y las empresas un listado de proximidad, a fin de que los trabajadores pudiesen intercambiar sus puestos de trabajo para hacer más eficiente su movilidad.


Antonio Canaves Matín

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