El carbón sigue siendo necesario (Nº63)

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RAFAEL GÓMEZ PARRA
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  ¿Por qué el carbón asturiano, leonés o aragonés no es rentable? Por tres razones que no tienen nada que ver con la economía y si con la geopolítica. Primero, porque las grandes potencias están explotando el petróleo y el gas de los países árabes y africanos a precios más bajos a cambio de mantener a unas jerarquías de jeques dictatoriales y corruptos (todos los emiratos del Golfo Pérsico, Arabia Saudí, etc), sin que a nadie le preocupe si las mujeres saudíes no tienen el más mínimo derecho o si hay que hacer costosas guerras como las de Irak y Libia.
  Segundo, porque todo el sistema tecnológico ha ido dirigido a hacer de España un país dependiente del gas y el petróleo, dejando envejecer las centrales térmicas y convirtiéndolas en instalaciones obsoletas, lo mismo que las centrales de agua, que también producen cada vez menos electricidad. Si se hubiera invertido en desarrollar un sistema más limpio y más eficaz en las centrales térmicas, ahora el carbón seguiría siendo un sistema de energía aceptable económica y medioambientalmente hablando.
  Y tercero, porque se ha dejado el sector en manos de unos empresarios mafiosos que solo se han preocupado de cobrar las subvenciones que les daban el Estado español y Europa, sin invertir ni un euro en mejorar el trabajo y el rendimiento de las minas. En el reparto que las grandes potencias hicieron al crear la Unión Europea, a España le tocaron unas cuentas fábricas de automóviles, el turismo de sol y playa, la agricultura de los invernaderos y poco más. Toda la industria restante fue desmantelada por el Gobierno de Felipe González: astilleros, siderurgia, agricultura sostenible, ganadería, etc.
  Las grandes potencias, en su reparto del mundo, dejaron a España –y en general a los países mediterráneos- dependiendo en casi todo de las importaciones. Un Estado sin energía propia y teniendo que importar las grandes materias primas no tiene ningún futuro más que la dependencia.
  El carbón asturiano, leonés y aragonés ha tenido y tiene una gran importancia estratégica y por lo tanto un gran valor económico. Si mañana estallan nuevas revoluciones en el Golfo Pérsico y sube el petróleo como lo hizo en la década de los años 70, España se queda automáticamente a oscuras, sin posibilidad de cubrir sus necesidades a través de la energía solar y eólica, todavía muy poco desarrolladas, por la oposición que están ejerciendo el trust de empresas petrolíferas, y con unos pantanos que hace mucho tiempo que no se han remozado y que producen cada vez menos electricidad.

DEPENDENCIA ENERGÉTICA
  Lo que se está jugando el Estado español con la huelga de los mineros no es solo un problema laboral de recolocación de varios miles de hombres y mujeres que siguen jugándose la vida a diario en unas minas cada vez más anticuadas y dirigidas por empresarios pistoleros, sino el mantener su independencia energética. España no tiene ni pozos de petróleo y solo unos pocos yacimientos de gas natural que no servirían ni para dar luz a unas cuantas ciudades.
  Una de las grandes mentiras de los sucesivos gobiernos del PP y del PSOE ha sido hacer creer a los ciudadanos que el petróleo, el gas y el uranio eran más baratos que el carbón o que las energías solar y eólica. Pero la trampa ha quedado al descubierto cuando la luz no hace más que subir y las compañías eléctricas privatizadas en los últimos veinte años siguen reclamando nuevos aumentos de los precios alegando que su déficit es cada día más abultado.
  Eso quiere decir, hablando en román paladino, que la electricidad producida por el petróleo, el gas y el uranio tiene que ser subvencionada por el Estado, igual o incluso más que lo que necesita el carbón. Se trata, pues, de una decisión política de un gran calado estratégico, cuya única finalidad es hacer dependiente a España de los carburantes exteriores.
La existencia en España de grandes minas de carbón, que han sido explotadas tradicionalmente bajo tierra, con gran esfuerzo económico y personal de los mineros, ha permitido además mantener un cierto equilibrio con el medio ambiente que en los últimos tiempos también se había comenzado a romper con las minas a cielo abierto, que constituyen un auténtico desastre ecológico. Por eso es tan importante mantener unas subvenciones al carbón, que no son superiores a las que se da a las otras energías, y seguir fomentando la existencia de mineros capaces de explotar las minas sin acabar con la naturaleza.
  Sería importante también volver a tener una empresa pública del carbón para eliminar las mafias de empresarios pistoleros que –al igual que ha ocurrido en la construcción- se dedican a explotar a las minas y a los mineros sin la más mínima seguridad y tirando los precios. Si se quieren conseguir un carbón de alta calidad y en las mejores condiciones para su consumo energético hay que sacarlo adecuadamente y luego desarrollar unas centrales térmicas que contaminen lo menos posible. Eso solo lo puede hacer la empresa pública, porque los empresarios privados solo quieren sacar el máximo rendimiento al menor precio posible, algo que acabaría provocando un desastre natural.