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La “españolidad” de Repsol y la expropiación de YPF

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FRANCISCO GARCÍA CEDIEL

  Citaba Eduardo Galeano, en el prólogo de su imprescindible libro “Las venas abiertas de América Latina”, las palabras formuladas por Woodrow Wilson, Presidente de Estados Unidos en 1913: “Se ha oído hablar de concesiones hechas por América Latina al capital extranjero, pero no de concesiones hechas por los Estados Unidos al capital de otros países. Es que nosotros no damos concesiones. Un país es poseído y dominado por el capital que en él se haya invertido”.

  Conviene recordar y reflexionar sobre las afirmaciones formuladas por el mandatario gringo hace ahora casi un siglo, para entender alguna clave sobre la expropiación efectuada por parte de las autoridades argentinas de algunas de las acciones que Repsol ostentaba en YPF. ypf_n.jpg
Con una furia digna de mejor causa, tanto los medios de comunicación como los inefables tertulianos se lanzaron a defender a Repsol sin escatimar explicaciones rocambolescas, desde una maniobra orquestada en la sombra por China (¿otra vez el peligro amarillo?), hasta la supuesta debilidad mental de la presidenta argentina Cristina Fernández (¿machismo?), que supuestamente sería un juguete en manos de radicales argentinos infiltrados en su gobierno y feroces mandatarios latinoamericanos como Chávez, todo ello aderezado de grandes dosis de neocolonialismo barato.
  Para entender, que no justificar, esta actitud basta pensar un momento en las miles de páginas y horas de publicidad con las que Repsol y otras empresas financian a los medios, así como la influencia de los miembros del Consejo de Administración de esta multinacional en todas las esferas de la vida económica (personas como Juan Abelló, una de las mayores fortunas de nuestra tierra, el ex ministro Luis Carlos Croissier, etc.).
La puesta en escena de una rueda de prensa tras el anuncio de expropiación, en la que comparecieron los Ministros García-Margallo (Asuntos Exteriores) y Soria (Industria), para afirmar en un tono prebélico que tal decisión era “una agresión a España” (sic), pone de manifiesto varios elementos a considerar:

BENEFICIO PRIVADO VESTIDO DE ROJO Y GUALDA
  En primer lugar, algo que por evidente no ha de dejar de mencionarse, como es el papel de los gobiernos (éste y los anteriores) como defensores de los intereses empresariales, no dudando en envolverse en la rojigualda para ejercer de tribunos de las multinacionales, algo que contrasta con el desdén con le que se atienden los problemas de nuestros ciudadanos en el mundo, y me refiero no solo al escapismo con el que los sucesivos gobiernos de aquí han ejercido en casos como los del periodista Couso, muerto a manos de militares norteamericanos en Irak, sino también a la falta de preocupación que se ha mostrado por los problemas de cientos de miles de emigrantes del estado español en otros países, muchos de ellos precisamente en Argentina.
  En segundo término, lo curioso que resulta que quienes con más vehemencia defienden la españolidad de Repsol (y de YPF) son quienes promovieron y promueven ahora (casos de AENA, RENFE, etc.) la privatización de empresas que podían y pueden definirse con más argumentos como “españolas”.
  Además, y aunque es éste un efecto no deseado, la expropiación operada en YPF sirve al poder para intentar arrojar una cortina de humo sobre la grave crisis capitalista que asola con especial virulencia estas tierras, apelando al manido pero siempre socorrido recurso al patrioterismo. Ya tenemos otra isla Perejil para entretenernos, en forma de malvados gobiernos latinoamericanos como el argentino y el boliviano, que también ha anunciado la expropiación de la Red Eléctrica de ese país andino (¿una nueva agresión a España?).
  La “españolidad” de Repsol es una falacia no solo porque su capital social no sea de estas tierras, lo cual no es en este caso lo más relevante, sino porque la estrategia empresarial que perseguían respondía a intereses corporativos que en modo alguno repercuten en el progreso de la población del Estado Español: utiliza paraísos fiscales para tratar de tener aquí la menor carga fiscal posible y ha destruido empleo con alegría cuando ha convenido a sus intereses.
  participacion-accionaria-en-ypf.jpgY si la actuación en el Estado Español de Repsol ha resultado tan escasamente beneficiosa para los intereses populares, su comportamiento en el exterior resulta sencillamente vergonzoso. En Ecuador, Bolivia y otras tierras ha provocado grandes daños sociales y medioambientales vulnerando constantemente los derechos humanos de pueblos enteros. Como otras multinacionales, que en realidad tienen la bandera en la billetera, Repsol ha promovido gobiernos totalitarios con los que poder llegar a acuerdos que la exonerasen de pagar impuestos, y cuando otros se lo han exigido, ha puesto el grito en el cielo y apelado a su españolidad, como ahora, para recabar el apoyo de gobiernos y medios de comunicación.
  Conviene recordar que las empresas de origen español han hecho su agosto en América Latina durante las décadas neoliberales mediante componendas con gobernantes corruptos que, abierta o subrepticiamente, han entregado sus bienes públicos y recursos naturales a la voracidad de aquellas. Algunas han comprado a precio de saldo para rápidamente convertirse en florecientes transnacionales, como es el caso de Repsol, que debe su trasformación en gran empresa al saqueo de Argentina, tras la privatización de YPF por el ultra neoliberal Carlos Ménem (1992), o de los bancos BBV o Santander, cuyos beneficios y estabilidad dependen de sus filiales en el subcontinente.
  En Argentina, como en el resto de países en los que opera, Repsol utilizaba las respectivas filiales nacionales, tal como hacen todas las empresas multinacionales, para fijar los llamados “precios de transferencia” (artificialmente bajos para hacer que aparezcan pérdidas allí donde conviene y beneficios en donde pueden conseguir tratamiento fiscal y condiciones políticas más favorables). Y en lugar de orientar la explotación de los recursos nacionales hacia el abastecimiento interno que cubra las necesidades de la población y satisfaga los respectivos intereses nacionales, se utiliza como parte de una estrategia de maximización de beneficios global que, entre otras cosas, pasa por considerar al petróleo, y al resto de las materias primas, como una “commodity”, es decir, no solo un bien orientado a la producción y el consumo sino, sobre todo, a su utilización como activo financiero para especular con él en los mercados.
  La intención declarada del Gobierno Argentino al expropiar casi la totalidad de las acciones de la nominalmente española Repsol en Yacimientos Petrolíferos Fiscales(YPF) y declarar de “interés público” el logro del “autoabastecimiento de la producción de hidrocarburos” y también las tareas “de explotación, industrialización, transporte y comercialización”, es una medida lógica en una legítima aspiración de soberanía energética y control sobre un recurso estratégico. Sobre este mismo tema, y tal como recordaba Urko Aiartza en su artículo de Gara de 20 de abril de 2012, el propio Winston Churchil en 1914 apoyó la compra por el gobierno Británico de Anglo Persian Oil Company, alegando que “sin petróleo, el Reino Unido no puede mantener su economía”.
Nada tiene por tanto esta medida de radical ni de populista (de socialista tampoco, por supuesto), y solo una interpretación torticera dictada por los miembros del Consejo de Administración de la multinacional jaleada por los palmeros del Gobierno puede hacer creer que un acto de mera soberanía pueda suponer una agresión hacia nuestro pueblo ¡Con la que está cayendo!